viernes, 4 de noviembre de 2011

RENDIDA ANTE UN CAPRICHO DEL AZAR (Cuento)


Hoy contaré un cuento de esos que a mi me gustan. Y es que a veces la vida tiene esos altibajos que hacen que la vida sea interesante.
Había una vez una muchacha que siempre pensaba que la suerte la busca uno mismo, pero ¿y si cuando tienes buena suerte todo se torna?

Resulta que esta linda muchachita era muy buena, todos decían que tenía muy buen corazón y la querían por como era, con sus prontos y todo.

Por ser así pagaba y se comía todos los platos rotos de los malos, o de la gente que le había hecho daño a gente que ella conocía. Llevaba una temporada bastante complicada, donde su camino fue una montaña rusa, como la canción de Amaral. Y cuando se recuperó, sola y con la ayuda de su gente, con la estabilidad de una temporada genial, se le presenta una alteración en su vida.

Un principe, bastante joven que le hizo ilusionarse con alguien de nuevo. Ella, que siempre tenia los pies en el suelo, vivió un historia muy bonita con el joven principe.De hecho ella no se planteaba llegar a ser la princesa del cuento, ni ser la princesa del reino, ni siquiera pensaba que el principe hiciera oficial su relación de amistad, solo quería pasar el tiempo con él, pero un buen día ella se dio cuenta que tenía que decirle a su príncipe que qué pasaría el día que ella sintiera algo más y el principe le dijo que no podía ofrecerle más de lo que tenia porque tenia su coraza tan fuertemente atada, por el daño causado en las batallas anteriores, que no podía ofrecerle más.
Ella, no quería el reino, sino solo pasarlo bien; pero él pensó que ella le estaba pidiendo ser la princesa de su historia. Eso no era así.

Cuando llego a su humilde morada, la muchacha pensó: ---Estoy harta de ser la chica buena que nunca se quedan. Estoy harta de tener siempre las buenas contestaciones y ser utilizada como un desahogo emocional. Estoy harta de tener que escuchar, "eres maravillosa pero yo ahora mismo tengo una coraza" Pero es lo que hay---

Pero es que en esta ocasión la historia era diferente. El principe era un principe de los pies a la cabeza y mantenía que en nigún momento quería hacerle daño. Estaba preocupado por ello y eso era positivo, pero seguía teniendo la coraza. Pero eso ella tampoco lo entendía porque ella no estaba pidiendo nada. Solo seguir con la historia way que tenían.
¿No había nadie en la faz de la tierra que se tomara las cosas con su filosofía? ¿ No había nadie que no tuviera que pensar en el futuro inmediato? ¿Porque todo el mundo pensaba en el futuro lejano si ni ella misma se planteaba lo que habria hecho a la mañana siguiente? Y es que ella solo necesitaba que vivieran con ella lo que tuvieran que vivir, y si en el destino estaba convertirse en princesa eso ya se vería, pero para nada ella lo quería en ese momento.
Así es como unicamente no le harían daño. VIVIENDO EL DÍA A DÍA. SIN PLANTEAMIENTOS NI CUESTIONES.

A la mañana siguiente el principe le llegó una carta con todo lo que pensaba la muchacha y diciendole que siempre estaría ahí para ayudarle en todo lo que pudiera, en sus quehaceres importantes de principe, en la carga que sopesaba, en todo pero que ella no querían que le tuvieran compasión.

El principe lo comprendió, y le pidio matrimonio y fue su princesa hasta el fin de los días.


PERO LASTIMA QUE NO TODAS LAS HISTORIAS TENGAN ESTE FINAL FELIZ. QUIZÁS SI VIVIERAMOS EN UN CUENTO DE HADAS, TODO SERÍA MÁS FACIL. Yo elijo el camino dificil, y ¿tú querido lector? Buenas noches y buena suerte.

1 comentario:

  1. En mi opinión, la base de de un gran cuento, como este que acabo de leer, es la ilusión, una ilusión que no necesariamente debe suponer tener un reino maravilloso en riquezas, con todas las comodidades del mundo. En todo cuento, o vida, la ilusión es alimentada con aventuras, con detalles sencillos pero grandes a la vez, y sobre todo con AMOR; eso es lo que buscan las verdaderas princesas y príncipes. El problema aparece con los miedos de los protagonistas, esa coraza o escudo de la que hablas. Sólo cuando el príncipe, o la princesa se quiten el escudo de su pecho, podrán, al menos, conocer la aventura de vivir una vida en común y quizás, por qué no, de vivir felices y comer perdices.

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